26.4.11

A fraude «Che»

A verdade acaba sempre por vir ao de cima:

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El título no es mío, se trata del último documental realizado por el cineasta cubano Agustín Blázquez, que se estrenó ayer en la Maison de l’Amérique Latine de París, y la semana pasada en varias ciudades estadounidenses, comprendida Miami.

Primero existió un libro, sumamente esclarecedor, titulado La otra cara del Ché. Ernesto Guevara, un sepulcro blanqueado, de Marcos Bravo (Término editorial, 2003), luego otro, también de suma información y enjundioso análisis, titulado La face caché du Ché, de Jacobo Machover (Buchet-Chastel, 2007), publicado en España por Ediciones del Bronce, en 2008, bajo el título: La cara oculta del Ché: Desmitificación de un héroe romántico, y ahora le sigue la película documental que complementa y reitera los testimonios de los estudios anteriores.

“Los mandaron matar”

En Cuba nos hemos pasado todos estos años, desde el 67 (año de la muerte del Ché) hasta la fecha, celebrando la Jornada de homenaje en honor a Camilo Cienfuegos y al Ché Guevara en la primera semana del mes de octubre. A ambos los mandaron a matar los mismísimos Raúl y Fidel Castro.

Al primero lo desapareció en un avión y al segundo lo embarcó para (y en) Bolivia, harto de que los soviéticos le halaran las orejas debido a los desplantes del argentino; para que allí los bolivianos -que no habían pedido guerrilla alguna ni la cabeza de un guanajo- hicieran lo que finalmente hicieron con él, lo chivatearan y lo asesinaran.

Testimonios de víctimas

El documental de Agustín Blázquez cuenta con valiosos testimonios de familiares de víctimas a los que el Ché mató de un tiro en la nuca, y de otros, de cuyos parientes ordenó su fusilamiento sin contemplaciones de ningún tipo. Además, muestra las investigaciones y certificaciones de estudiosos del tema como son Antonio de la Cova, Humberto Fontova, Armando Lago, entre otros.

Uno de los testimonios más terribles es el de la hija y la nieta de Cornelio Rojas, cuyo fusilamiento fue mostrado a través de la televisión cubana. La nieta cuenta lo que le trasmitieron sus padres.

Su madre, la hija de Rojas, también testimonia, que ella estaba embarazada, habían metido a su padre preso, y ellos empezaron a hacer gestiones para que lo liberaran ante el temor de que corriera la suerte de otros, de que fuese fusilado.

El Ché le aseguró que lo liberarían, incluso firmó un documento en que confirmaba la liberación, sin embargo, mientras otro familiar iba en busca del reo, la hija encendió la televisión y vio cómo sacaban a su padre de la celda, lo conducían al paredón, y cuando el hombre levantó un brazo para dirigirse al pelotón de fusilamiento, lo que tuvo tiempo de hacer, fue ejecutado.

No se pierdan la revolución

El video existe, se puede ver su cabeza que explota contra el muro mientras el hombre dirige unas palabras. Esas palabras fueron más o menos: “Muchachos, ahí les dejo la revolución, no la pierdan?” Y la perdieron, por supuesto, en el mismo momento en que le partieron el cráneo a tiro limpio.

La hija de Cornelio Rojas, al ver el fusilamiento de su padre a través de la pequeña pantalla, se puso tan mal que le sobrevino el parto. Y entonces, intentó salir hacia un hospital, pero las hordas castristas no la dejaron, tuvo que llamar a una comadrona, y parió a su primer hijo en la cama de su padre que acababa de morir.

El Ché también le dio el tiro en la nuca a unos cuantos adolescentes, de 14 y 15 años, que habían falsificado la edad para entrar en la policía de la República, como bien señala uno de los testigos, que no era la policía de Batista, y subraya, era la de la República. El argentino acostumbraba a citar a reos a su oficina y ahí mismo les metía el disparo.

De vileza inimaginable

Una señora lo fue a ver para pedirle de favor, que intercediera por su hijo, que estaba visto para ser fusilado un viernes, y que ella ya no podía más. El Ché se viró a su ayudante y le espetó: Adelanten el fusilamiento de este muchacho, para que su madre no tenga que esperar hasta el viernes. Así fue el carnicerito de La Cabaña, como empezó a llamarlo el pueblo: despiadado, cruel, de una vileza inimaginable.

Es la razón por la que todavía muchos nos preguntamos ¿por qué los jóvenes visten camisetas con su imagen, porqué todavía la gente cree que fue un santo que dio su vida por los pobres? No lo fue ni remotamente, el documental de Agustín Blázquez brinda todas las respuestas.

Zoé Valdés

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